Crónica de Alberto

Una vez recorridos diferentes países de Sudamérica, tuve la oportunidad de elegir un camino y este fue: “El camino a la solidaridad”

Me encuentro en Perú, después de viajar durante dos meses por tierras argentinas, chilenas y bolivianas, tuve la necesidad de hacer algo más que viajar, me encontraba con ganas de aprender y disfrutar de una experiencia vital.

Es por ello que ahora me encuentro sumergido en este proyecto llamado “Camino a la solidaridad”, en un albergue en Chincha, una ciudad pequeña, bulliciosa y lejana de la gran capital peruana.

alberto

Después de varias horas de autobús, me bajé en la gran carretera que corta la ciudad llamada Paramericana, e inmediatamente subí a una moto-taxi (imprescindible para viajar en Perú) donde me llevo por calles asfaltadas y caminos de tierra hacia la instalación ubicada en un pequeño cerro. En ese momento, fue cuando me volqué de lleno en el proyecto donde coincido con una gran compañera de aventuras, Paula Pernas. Es ella, la que me dio la bienvenida a ese pequeño mundo que me hizo ver cómo es la realidad de algunas personas y cómo a través del trabajo diario y la labor de mucha gente pueden salir adelante.

El primer día conocí a todos los profesionales y usuarias del albergue, desde entonces supe que acerté al elegir este proyecto, puesto que me iba a enriquecer como persona y como agente educador, y así se está produciendo.

El día a día en el albergue es un sin parar, dentro de la rutina acordada con las adolecentes, realizamos diferentes actividades agrupando a los niños/as por criterios de edad.

Nada más despertar y después de un desayuno para coger fuerzas, bajamos de la casa de los voluntarios/as hacia el albergue, donde los niños/as ya llevan desde las seis de la mañana despiertos y jugueteando por los alrededores. En el momento que bajamos, la bienvenida que nos dan cada mañana es de las cosas más emotivas que estoy viviendo. Todos los niños y niñas más pequeños/as vienen corriendo hacia los voluntarios con una gran sonrisa en la cara y te dan los buenos días con el mejor abrazo que saben dar. Después de este recibimiento, empezamos las actividades con los niños/as de menos edad que no están escolarizados fuera del albergue, realizando actividades de escolarización mezcladas con actividades lúdicas.

A las doce de la mañana comemos la rica gastronomía peruana acompañada de una deliciosa agua con sabor (Chicha morada, cebada…) inmiscuyéndonos en la cultura peruana y en sus habituales costumbres.

La tarde nos la cuadramos para realizar apoyo al estudio con las chicas escolarizadas por las mañanas y diferentes actividades deportivas o lúdicas que nos llevan a la hora de la cena, a las seis de la tarde es cuando nos reunimos en el comedor.

Una vez terminada la cena, nos queda la última clase de apoyo al estudio con las chicas escolarizadas por la tarde.

Después de la nueve de la noche, nos dedicamos a conversar, a trabajar de forma no dirigida y entregarnos a los sueños, ilusiones, miedos de las albergadas, al fin al cabo, a la realidad de sus vidas que hacen conocer mucho más a la persona. Esto hace que la experiencia este siendo muy enriquecedora y emotiva, y gracias a estos momentos te haces mucho más humano.

A parte de la rutina del día a día, los domingos realizamos diferentes tipos de excursiones fuera del albergue, vamos a la ciudad de Chincha a algún evento cultural o a los alrededores a salir de la vorágine del albergue, que viene muy bien tanto a las chicas como a los propios voluntarios.

Esto está siendo mi experiencia en el albergue. Animo a toda persona que quiera ser voluntario/a a participar en este proyecto, que sin duda, te hace mejor persona.

 

2 comentarios

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2 Respuestas a “Crónica de Alberto

  1. Me parece maravillosa tu labor.
    un abrazo desde España

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